Una mirada de O’Higgins al Chile de Hoy
Bernardo O´Higgins mirando el Chile que tanto ayudó a construir, desde el más allá, mostraría por un lado una gran admiración por lo que el país ha alcanzado en sus más de doscientos años de vida independiente. Por otro lado, reaccionaría con mucha desazón y quizás amargura ante la presencia de signos de división profunda y de intolerancia propios quizás de los tiempos que vive el mundo.
El Padre de la Patria fue un adelantado para su época y su formación en Lima y en Londres, le permitió conocer el mundo permitiéndole generar un pensamiento avanzado como lo demuestran los escritos que nos legó.
Generó entonces una clara visión geopolítica para Chile. Hoy entonces miraría con admiración como el país ha consolidado y ampliado parte de su territorio, admiraría el desarrollo de las zonas extremas y nuestra presencia en la Antártica. Resentiría sin lugar a duda la cesión de la Patagonia, de la Puna de Atacama, de Laguna del Desierto y de algunas áreas marítimas. Su balance sería positivo al observar cómo se ha ido conectando físicamente el territorio y cómo el país ha defendido sus derechos en las doscientas millas en el mar, que todavía esconden infinitas riquezas. Mostraría preocupación por la concentración de población en el centro del país y por las grandes áreas vacías que pueden transformarse en atractivas para otros.
O´Higgins también desarrolló un pensamiento estratégico de gran relevancia creando y organizando el Ejército y la Armada Nacional, no solamente para defender lo logrado en la independencia sino para cooperar en la lucha por la libertad fuera de sus fronteras. Miraría entonces orgulloso las Fuerzas Armadas que hoy tenemos, profesionales, disciplinadas, obedientes, no deliberantes y de gran prestigio en el exterior. Disfrutaría viendo su despliegue a lo largo de nuestro territorio sirviendo con singular entrega en tiempos de paz y de conflicto. Recordaría también, al ver el compromiso internacional de Chile con la libertad y la paz de los pueblos, esfuerzos como el Ejército de Los Andes y de la Expedición Libertadora al Perú. Observaría con preocupación, sin embargo, brotes de influencias dañinas en las instituciones por la infiltración de ideas foráneas que buscan desestabilizarlas. Rechazaría con energía la falta de honradez en algunos casos detectada y por sobre todo la deslealtad de algunos integrantes con sus instituciones. No vería con buenos ojos el militar funcionario, sino que añoraría ese llamado profundo desde el alma que es la vocación de proteger a Chile, por sobre todo.
Observaría con profunda preocupación lo que sucede con el pueblo mapuche. Su visión al respecto era que todos constituíamos un solo pueblo, y por eso emitió un decreto disponiendo que todos nos llamáramos chilenos. No había distinciones entre indígenas, criollos o españoles. Recordaría a su padre Ambrosio que tanto hizo por resolver los problemas a través de los históricos parlamentos. Asimismo, todo lo que el mismo luchó para integrar pacíficamente a todos aquellos que vivían en nuestra tierra.
Desde el punto de vista económico vería con mucha satisfacción el desarrollo del comercio internacional y particularmente de la agricultura una de sus pasiones. Disfrutaría observando las grandes extensiones de viñas y sembradíos de frutas y hortalizas. Aplaudiría nuestra apertura al mundo y el gran prestigio alcanzado dejando atrás modelos que la historia mostró fracasados. Resentiría si, los niveles de desigualdad, criticaría y actuaría sin tapujos contra los abusos del poder económico y buscaría lograr distribuir adecuadamente el ingreso; no a través de un estado patriarcal, sino que sobre la base del reconocimiento al emprendimiento y al esfuerzo.
O´Higgins observaría con horror la destrucción del espacio público, diría que son signos de barbarie. Aplicaría el chicote como alguna vez lo mencionó. Se alegraría sin embargo al ver como poco a poco se ha ido incorporando la idea de la importancia para los pueblos de resguardar el patrimonio material e inmaterial que se ha heredado.
En lo político, tenía nuestro Libertador ideas muy claras las que no cambiaba según los vientos de la opinión pública. Se trataba de consolidar la Independencia del nuevo Estado. Hoy cuando campea la llamada deconstrucción y la búsqueda de la anarquía, no vacilaría en defender con pasión y energía lo que tanto costó construir; para ello acudiría a los hombres más sabios no precisamente populares con los cuales redirigir el proceso y lograr la adhesión ciudadana.
A los militares ante los vientos de tormenta los llamaría a actuar con calma, con mesura, con disciplina y honor. Nos recordaría que el prefirió abdicar a su cargo antes que llevar a Chile a una guerra civil. Que la tarea de los militares no es gobernar sino defender la soberanía interna y externa y que hay que desechar los cantos de sirena de actores interesados de cualquier color político. Llamaría a defender las instituciones que fue tan difícil construir en los primeros tiempos. Nos diría que quienes tienen la obligación de encontrar las soluciones a los problemas que nos aquejan son aquellos elegidos para ello. Si las demandas van a ser resueltas por otros, a lo mejor pediría cerrar el Congreso. Sin embargo, previamente de seguro que le insistiría a sus integrantes que no olviden que tienen el mandato del pueblo y que hicieran bien sus tareas por las cuales además se les paga, mirando el bien de todos y ajenos a los intereses partidistas.
O´Higgins fue un gran líder, lleno de ideas las que siguió desarrollando en su largo exilio en el Perú. Fue invitado a regresar para derribar el gobierno en Chile, lo que no aceptó. Siguió con mucha atención cada paso que daba nuestra joven república y dejó su pensamiento, su ideal de Chile en sus obras de gobierno y en una nutrida correspondencia. A doscientos cuarenta y dos años de su nacimiento, se sentiría muy contento si nos adentráramos en la lectura de su legado.
Roberto Arancibia Clavel