El efecto de la pandemia COVID-19: sobre el desarrollo del cerebro de los adolescentes
La pandemia de enfermedad por coronavirus es una amenaza para la salud pública que ha producido a nivel global un profundo impacto a nivel social y educativo. COVID-19 ha llevado a que millones de niñas, niños y adolescentes permanezcan confinados en sus hogares debido a las cuarentenas u otras formas de restricción de la movilización, situación de la cual Chile no ha estado exenta. En este contexto cabe preguntarse ¿el estrés experimentado durante los períodos de confinamiento y cuarentenas puede afectar el desarrollo neurobiológico así como el bienestar psicológico de los adolescentes?, ¿puede afectar todo esto a los procesos de enseñanza-aprendizaje en los adolescentes?
Diversos estudios han demostrado que el desarrollo cerebral es un proceso continuo durante la vida, pero existen períodos más críticos que otros, entre ellos, la adolescencia. En esta etapa el sistema nervioso central humano y, en particular el cerebro, experimenta una «ventana crítica» de neuroplasticidad, es decir, que es más moldeable o capaz de adaptarse estructuralmente a los estímulos internos y también externos (del entorno) que experimenta. Así, durante la adolescencia diversos estímulos (por ejemplo, el estrés) y las sustancias químicas (hormonas endógenas y exógenas, y los diversos tipos de drogas) pueden modificar los fenómenos organizacionales del sistema nervioso central, tales como la mielinización de las neuronas, la poda neuronal, la apoptosis (muerte celular programada), la remodelación de las dendritas y los cambios epigenéticos, los cuales configuran estructuralmente los circuitos cerebrales de los jóvenes. Por tal motivo, la adolescencia es un «período de oportunidad único» para el ser humano, en el cual múltiples estímulos, sean éstos internos o externos, pueden reconfigurar permanentemente ciertos circuitos cerebrales, lo cual puede manifestarse en cambios conductuales en el futuro.
La pandemia por COVID-19 ha producido situaciones de estrés en los diversos contextos en que se desarrollan nuestros adolescentes, pero, ¿qué se entiende por estrés? El estrés es un comportamiento heredado, defensivo y/o adaptativo que produce una activación neuro-endocrina ante un estresor amenazante. Respecto a los efectos psicológicos de COVID-19, las cuarentenas y hospitalizaciones por enfermedad de familiares directos puede generar altos niveles de estrés en niñas, niños y adolescentes. El estrés psicosocial, el cierre de las instituciones educativas y el consumo irresponsable de alcohol y otras drogas pueden conllevar prácticas parentales negligentes, violencia doméstica y otras situaciones de maltrato físico y emocional hacia los menores. En este contexto, el impacto del estrés en los adolescentes es potente, duradero y también modulado hormonalmente, en parte porque las hormonas sexuales y las hormonas del estrés (por ejemplo, los glucocorticoides como el cortisol y la corticosterona) interactúan para dar forma a respuestas endocrinas futuras.
El trastorno de estrés postraumático implica alteraciones psicológicas duraderas atribuidas a la experiencia de un evento traumático importante. El estado de catástrofe debido a la pandemia por COVID-19 constituye un estresor significativo que puede generar en los adolescentes trastorno de estrés postraumático, el cual se caracteriza por pesadillas, insomnio, recuerdos repentinos, irritabilidad, ansiedad y rasgos depresivos, entre otros. Se sabe que los jóvenes que experimentan estrés traumático y que desarrollan síntomas postraumáticos secretan niveles más altos de cortisol que aquéllos sin antecedentes de trauma. La activación de la respuesta del estrés, que culmina con la secreción de las mencionadas hormonas del estrés, induce alteraciones genéticas en múltiples regiones del cerebro en humanos y en roedores. Varias investigaciones en animales sugieren que la secreción excesiva de corticosterona puede producir efectos tóxicos en áreas cerebrales ricas en receptores de glucocorticoides, por ejemplo, el hipocampo y la corteza prefrontal. Lo anterior es preocupante, ya que estas dos áreas están involucradas en el procesamiento de la memoria y la función ejecutiva, ambas críticas para los procesos de aprendizaje.
Todo lo anteriormente descrito invita a poner atención en los efectos de la pandemia a nivel de salud mental de los adolescentes, quienes son grupo etario especialmente vulnerable desde el punto de vista del estadio de desarrollo neurobiológico en el que se encuentran. Las consecuencias de esta pandemia en niños y adolescentes son preocupantes y los efectos nocivos a largo plazo del estrés producto de ella sobre los procesos de plasticidad cerebral propios de los adolescentes son aún insospechados.
Pero, ¿qué se puede hacer al respecto? En este contexto, lo más importante es la salud mental de niñas, niños y adolescentes. Se debe observar bien, consultar ¿qué les sucede?, escucharlos de forma activa. Ante las preguntas, la información que se les entregue debe ser veraz, oportuna, pero no en exceso, y muy acorde a su etapa de desarrollo, ya que ésta no es la misma en un niño que en un adolescente. Lo anterior es muy relevante ya que permite identificar la situación que se vive, se le da sentido y permite que los adolescentes generen sus propias estrategias para organizarse, siendo todo esto clave para el desarrollo de la resiliencia, que es la capacidad de adaptarse con resultados positivos frente a las situaciones adversas. En relación a las actividades de estudio y otras que involucren procesos de enseñanza y aprendizaje, se debe ser concreto al organizarlas, las sesiones de estudio deben ser relativamente cortas, evitando la excesiva información que pueda agobiar y considerando pausas activas que permitan moverse y tomar aire. En las sesiones de clases online se debe tener cuidado con el exceso de distractores presentes en el entorno de niños y adolescentes. Es importante, además, poner atención en el uso excesivo de pantallas, éstas no debe ser un medio de pausa entre una clase y otra, por ejemplo, entregándole un celular a un niño para que se distraiga por mientras, pues se debe tener cuidado con la nomofobia, que es una forma de ansiedad y de adicción respecto a no contar con celular o tablet para usar. Es importante que de alguna forma, los niños y adolescentes visualicen o tengan contacto con lo verde, con un entorno natural, por ejemplo, un jardín o un parque, ya que el entorno verde, natural, se ha relacionado con mayor nivel de bienestar y brindaría cierta protección psicológica. Todo esto debe ir acompañado de fomentar los hábitos y estilos de vida saludables, evitando el sedentarismo. Finalmente, algo muy relevante es darles un mensaje esperanzador y de apoyo ante estas situaciones de estrés que, tarde o temprano, pasarán.
Manuel E. Cortés
Profesor de Química y Biología, Biólogo, Doctor en Ciencias.
Decano Facultad de Educación
Universidad Bernardo O’Higgins