Pestes, pandemias y COVID 19: Diálogo imprescindible entre Historia y Política Sanitaria
Las enfermedades gatillan respuestas sociales. Sobre todo aquellas afecciones que adquieren carácter de pandemia como es el caso del COVID-19 que enfrenta la humanidad hoy. En el mundo contemporáneo se le ha dado el nombre de Política Sanitaria al tipo de respuesta social coordinada por instituciones gubernamentales centrales y locales, tendientes a prevenir y superar esta clase de riesgos globales. Resulta necesario afirmar que las Políticas Sanitarias vigentes son producto de una experiencia acumulada de siglos de ensayo y error para contener pandemias. El más mínimo olvido de un eslabón de la cadena de vivencias del pasado, puede condenar a los gobiernos y a sus poblaciones a reiterar más errores que aciertos. En este sentido el trabajo colaborativo de historiadoras(es) y autoridades sanitarias se torna un ejercicio imprescindible.
Sin ir más lejos, las medidas de aislamiento social obligatorio que han adoptado las mayorías de los países en los últimos meses, no se basan solo en el ejemplo chino de cuarentena obligatoria a la ciudad de Wuhan. En cambio, son acciones fundamentadas en ensayos de separación de cuerpos, cuyos registros datan de, al menos, la Plaga de Justiniano que azotó al Imperio Bizantino entre los años 541 y 543 D.C. Estimaciones conservadoras han proyectado el fallecimiento, en pocos meses, de un 40% de los 800 mil habitantes de la capital imperial Constantinopla (hoy Estambul, Turquía). El emperador Justiniano ordenó construir cementerios especiales para las víctimas de la plaga y fosas comunes lejos de la ciudad. Justiniano había avanzado en la separación de cuerpos muertos enfermos y de cuerpos vivos sanos. No se centró en la separación preventiva de cuerpos vivos enfermos y cuerpos vivos sanos.
Yersinia Pestis es el nombre de la bacteria que diezmó el imperio de Justiniano. Hubo un segundo brote casi un milenio después en Europa. Se le conoce como la peste negra o la peste bubónica. Se calcula una mortalidad entre el 30% y el 80% de la población europea entre 1347 y 1352. Ante la ausencia de un poder político central (ya no había un Imperio en la Europa medieval), las respuestas sanitarias fueron locales. Sobre todo los municipios avanzaron esfuerzos de aislamiento de cuerpos vivos sanos, complementados con el encierro de cuerpos vivos enfermos y en la cremación de cuerpos muertos enfermos. Las medidas surgieron ante la creencia que la peste negra se contagiaba entre las personas al hablar.
Más recientemente, la mortífera gripe española de 1918 y la gripe asiática de 1957 despertaron políticas sanitarias centradas en la separación inmediata de cuerpos vivos enfermos y sanos, en incluso (sobre todo como ocurrió con la gripe de 1957) entre cuerpos vivos sanos. La gripe española surgió cuando todavía estaba en desarrollo la I Guerra Mundial y el gobierno norteamericano decretó el cierre inmediato de universidades y escuelas para prevenir el contacto entre cuerpos vivos (ya sea sanos o enfermos, difícil saberlo en una gripe de largo periodo de incubación viral asintomática). Sólo en España y en 1918, la gripe causó la muerte de casi 150 mil personas.
En la actualidad la Organización Mundial de la Salud cuenta con un documento público del año 2017 que instruye a gobiernos acciones para enfrentar pandemias. Se trata del Global Influenza Programme (disponible en https://www.who.int/home). Precisamente el documento apunta a la separación de cuerpos vivos sanos y cuerpos vivos enfermos y a la prevención mediante el aislamiento de cuerpos vivos sanos. Las recomendaciones no surgen del capricho ni de la creatividad espontánea. Son efecto de una experiencia acumulada de pandemias, miedo, desesperación y muerte. Desde esa larga cadena de desolaciones y pérdidas, surge la historia con sus lecciones. Por ello, el trabajo coordinado entre historiadoras(es) y autoridades sanitarias puede contribuir a la eficiencia de las medidas adoptadas para enfrentar amenazas microscópicas. Pero también el esfuerzo coordinado de este tipo puede inmunizar contra un riesgo mayor: el olvido de los ensayos, errores y aciertos de las generaciones que nos anteceden.
Dr. Víctor Brangier
Centro de Estudios Históricos
Escuela de Historia y Geografía
Universidad Bernardo O’Higgins